Había barcos por todas partes, grandes, pequeños, de guerra, petroleros, de pescadores, cruceros... de cualquier tipo que quepa imaginar... Yo era un barco normal, ni grande, ni pequeño, ni bonito ni feo, ni de guerra, ni un crucero de fiestas... sólo un barco normal, aunque quizá yo me creía el mejor barco, capaz de compararme a todos los barcos del mundo, adaptable a todos los mares y necesidades...

Entonces me fijé en uno que navegaba por allí, era bonito, o mejor dicho, bonita, una goleta preciosa... con sus grandes velas blancas, con un casco hermoso y brillante que me enamoró desde el primer viraje que hizo de estribor a babor, con una elegancia inusual para ese tipo de barco. Y hacia ella navegué, sin miedo, siguiendo la estela de sus velas izadas, blancas como espuma del mar al romper las olas. También se enamoró de mí sólo con verme una vez, y entonces me sentí el mejor barco de todos los mares, el mas grande, el más fuerte y el más afortunado de cuantos surcan los océanos.

Así comenzó nuestro navegar juntos, yo siempre a estribor y ella a babor, por todos los mares, paseando por islas, cabos, cerca de playas donde echábamos el ancla para descansar y disfrutar del paisaje. Por esos mares del mundo nos metimos en alguna tormenta que otra, unas las solventamos con delicadeza, para otras necesitamos de algún buque más fuerte y sabio que nos sacara de acantilados donde corríamos el riesgo de embarrancar, pero siempre salíamos victoriosos, por ella o por mí. Menos aquella última vez que pasamos cerca de una islas malditas, como aquellas donde Ulises se estrelló atraído por el canto de las sirenas... Y yo, al igual que él, también me estrellé, y allí me quedé, destrozado entre rocas y olas que se agolpaban... Y mi goleta y compañera se marchó sin mirar atrás...

Al despertar de este sueño y mirar por la escotilla, veo a mi preciosa goleta navegar sola,
sin nadie a estribor que la acompañe en su navegar por estos mares del mundo... Y yo, aturdido, asustado, y en mi soledad, observo cómo se aleja, deseando que vire y recoja los restos que de mí han quedado esparcidos por el mar, y me ayude reconstruirme y volvamos a navegar juntos...

Pero ella no cambia su rumbo, ha izado de nuevo todas sus velas, y empujada por un nuevo viento navega hacia otros mares...

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