Apenas unas monedas en el fondo del plato. Confundido entre el hastío y la tristeza, recordaba el rosto de su hijo, ahora lejos de él, que venía acompañado de una profunda sensación de amargura e impotencia.

Perdido en el infinito de la desesperacíón, notó una presión dolorosa en la pierna que lo sustrajo del mundo intangible. Se trataba de la figurita que llevaba en el bolsillo: un guerrerito que el niño le dio la última vez que se vieron. "Papá, esto para que no te olvides de mí cuando no estemos juntos".

Ahogando las lágrimas, se levantó con ímpetu y se encaramó a su taburete, convirtiéndose en aquel guerrero noble y tenaz INVADIDO de una fuerza inusitada, dirigió su mirada con firmeza hacia el horizonte y contempló la alegría y el aplauso de su hijo. "¡Bién papá! ¡Bien papá! ¡Bien papá!".

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