A John B. Dunlop le gustaban las sonrisas imperfectas, los triángulos escaleno y, en general, las cosas sin simetría.

Interrumpió su viaje alrededor del mundo para regresar a Inglaterra, cuando, visitando Granada, se dió cuenta que los neumáticos que acababa de inventar mejorarían mucho la adherencia al suelo si les incorporaba dibujos como los que acaba de ver en aquella extraña ventana.

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