Decidió cambiar su viejo teléfono por un smartphone cuando su antigua novia le devolvió una llamada que él no había hecho. Habrá sido un virus, a veces pasa. Le dijeron en la tienda. Pero esa misma tarde su madre, a quien no veía a menudo, le llamó para darle las gracias por el ramo de flores que él no había enviado y, al día siguiente intentó sin éxito explicarle al director de recursos humanos de su empresa que la carta de despedida que habían recibido esa mañana por correo electrónico no la había escrito él.

Salió a la calle, algo confuso y se sentó en un banco. Sacó el smartphone del bolsillo, lo puso cariñosamente a su lado y le dijo: “Gracias por todo, pero a partir de ahora seré yo quien abra las puertas de mi jaula y se haga cargo de mis propios deseos”.

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