Me olvidé de poner los pies en el suelo y sentí agua todo lo que pisaba.
Me olvidé de sentir mis pies y el duro asfalto se convirtió en río.
Me olvidé por un momento de quién era y me hizo bien.
Porque a veces desvanecer la razón hace que el corazón tome su sitio sin perder la cabeza.

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