El pecho le oprimía, le faltaba el aire, se sentía como el pez recién pescado, que pasa de estar cómodamente nadando en su medio a la asfixia de un lugar desconocido, en el que por más que lo intente no puede respirar, rodeado de desconocidos que acechan y vigilan todos sus movimientos.

Así se sentía en aquel nuevo lugar, sin su familia, sus amigos, con mil ojos puestos encima de ella, únicamente por ser la nueva.

Pero día tras día, inspiraba fuerte, cogía aire para todo el día y seguía adelante. Poco a poco el pececillo fue cambiando sus branquias por pulmones, los desconocidos pasaron a amigos y la asfixia era ya casi inexistente.

Antes todo parecía perdido; ahora, el tiempo le había dado la adaptación que necesitaba y, aunque seguía sin ser su medio, dejó de sentirse como un pez pescado.

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