Noche de fiesta. Los jóvenes dicen que no sabemos divertirnos, pero lo que ocurre es que ellos no entienden nuestra forma de hacerlo. La fiesta ya ha empezado y cada cual pone de su parte: se sacan las sillas, los instrumentos y comenzamos a cantar una jota. Al son de este cante de la tierra unos pocos se animan a bailar.

Nosotros no ganaremos un Grammy, pero las jotas son nuestras canciones, no hablan de amores imposibles o sueños inalcanzables, hablan de nuestra vida, de nuestro trabajo, nuestras creencias y nuestros vecinos. Es nuestra tradición y estamos orgullosos, esta noche reina la alegría, se dejan al lado las diferencias entre vecinos y todos juntos pasamos una gran velada, tocando, cantando, bailando, hablando...

¿Acaso esto no es divertirse?

Quizás no nos entendáis y la jota os parezca ridícula, pero ellas nos recuerdan de dónde venimos y mantiene nuestros pies en la tierra. Aunque yo no puedo culparos, pues tampoco entiendo vuestra música, esas letras que dan ganas de cortarse las venas o esa música electrónica que da dolor de cabeza; esos lugares llenos de gente que no os dejan ni bailar, por no hablar de los bailes tan extraños que hacéis y la poca comunicación que existe cuando vais de fiesta. Luego decís que os habéis enamorado, pero...¿cómo? ¿de verdad podéis llegar a conocer a alguien en esas fiestas?

En fin... no voy a seguir por ese camino, pues no soy quien para juzgar, he salido muy poco de mi pueblo, pero me siento afortunado de vivir aquí y he sido y soy muy feliz, yo sé lo que me hace feliz y parte de ello es la jota, pues me apasiona cantarlas y sentirlas mías. Supongo que al fin y al cabo no somos tan diferentes, y a vosotros también os hace feliz vuestra música y hace que desconectéis de todo. Aunque no nos entendamos estamos unidos por un fino hilo llamado música.

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