Al amanecer bajaron a la playa y se sentaron en la orilla a recibir el sol y dejar que la brisa les devolviese las sensaciones de la noche. Unas horas de aparente silencio.
Hacia el mediodía, con el olor a olas todavía en la piel, se vistieron, volvieron al hotel, pagaron la cuenta y regresaron a la ciudad a seguir siendo, durante cinco largos días, quienes en realidad no eran.
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