“Todo volverá a ser lo mismo aunque nada esté como lo dejaste”. Así me dijo una gitana en el Sacromonte hace años. Supongo que sería una de esas frases que tenía memorizadas pero que, al fin y al cabo, se estaba haciendo proféticamente cierta.
Nunca me había terminado de ir: uno está donde está su pensamiento. Vuelvo y voy, voy y vuelvo, me reviro, me desdoblo, me escondo y me esfumo como el ventarrón del campo, pero fíjense la ironía, siempre bien asido, como las raíces del olivo que se agarran bajo la maleza.
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