Higos, sandía, piña, melón, lima, ... granizados de todos los sabores, colores y olores que era capaz de imaginar... Todos tan interesantes, todos tan apetecibles, todos alzando sus pajitas proclamando ser una buena opción para explorar...
"A mí, a mí, a mí... elígeme a mí, ¡te voy a encantar!"
¿Cuál? ¿Cuál? ¿Cuál? El hielo se derretía... la camarera se impacientaba... mmm...
"¡A mí!, ¡a mí!, ¡a mí!"
¿Cuál? ¿Cuál? ¿Cuál? Los quería todos... Todos le susurraban al oído maravillas... Todos prometían ser una experiencia imprescindible y única; todos parecían la llave maestra para una tarde (¿vida?) excepcional; ¿cómo dejar a ninguno fuera?
Se deleitaba viviendo el espectáculo, fabulando combinaciones posibles que podía pedir... un sorbito de cada... mmm...
Hasta que se dio cuenta del drama... No sabía cuál quería. No - sabía – cuál - quería. No sabía cuál deseaba en una verdad que por auténtica en sí misma pudiera sostener con ligereza.
Y ellos, que mostraban sus mejores galas y su cara más refrescante... no sabían que al ser elegidos serían devorados sin pestañear.
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