El gran astro comienza a esconderse detrás de las montañas, el paseo queda iluminado por las farolas que simulan un candil de antaño y a lo lejos, sentada en un banco, me encuentro yo, observando el atardecer a mi izquierda, contemplando esa magnífica visión que nos ofrece cada día nuestro sol. A mi derecha en cambio, queda la tecnología, un paseo repleto de baldosas formando un dibujo similar al de los baños romanos, árboles perfectamente podados y todo bien iluminado por farolas. Me quedo pensando: “¿Hasta dónde llegará la humanidad?”
Siento miedo, no sé si deseo conocer la respuesta, un escalofrío recorre mi cuerpo al intentar imaginar el futuro tecnológico. En ese momento se interrumpen mis pensamientos, el paseo romántico de una pareja me hace salir de mi estado. Se paran y a la luz de la farola se dan un beso. “Bella imagen”, pienso. Así es la humanidad, simple y complicada.
Tengo dos imágenes muy diferentes a mi alrededor, pero son dos escenas tan hermosas que me hace creer un poco más en el ser humano, en que algún día reaccionaremos y solo espero que no sea demasiado tarde. Me levanto y paseando tranquilamente me vuelvo a casa, deseando que mañana brille el sol tan fuerte que a la gente se le ilumine la conciencia y seamos un poco menos consumistas.
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