Andaba Laura algo despistada y muy ocupada con lo de todos los días, cuando sintió en su interior algo extraño, algo parecido a una voz.
- Anda, ven, acércate, ese algo le intentaba decir.
– No te asustes, le quería tranquilizar.
- Tiéndete a mi lado, cierra los ojos y escúchame, por favor, será sólo un momento, le parecía pedir.
Ella, mitad asustada, mitad intrigada, se dejó llevar y atendió su ruego… Esto fue lo que oyó:
Aquí y ahora, muchas cosas ya no importan y otras son tan necesarias... El cuerpo ha dejado de imponer su presencia y su deterioro, imparable, se demora, no tiene prisa, se resiste. Algo en las profundidades del cerebro ya no funciona y los sentidos, esas ventanas abiertas al mundo exterior se han cerrado y ya no mandan información. Forma, belleza y color, sonido, música y voz, gusto y sabor, suavidad y aspereza, movimiento y orientación, hambre, sed, frío y calor, son conceptos que han perdido su sentido; Miedo, tristeza y rabia son emociones que cobran dimensiones dramáticas. Pero la mente ¡Ay la mente! La mente sigue… A la mente no se la conforma, no se la convence y la mente sigue, sigue. La mente no se rinde, es obstinada y sigue, sigue, sigue... Así, con todos los ojos del cuerpo cerrados a cal y canto y los de la mente abiertos de par en par, un gran vacío lleno sólo de silencio, soledad, desolación y desesperanza te rodea. El presente no es, el futuro tampoco y sólo el pasado insiste en pasar una y otra vez ante ti, como una macabra película interminable.
Y aún así, esto es considerado “vida” por los que mandan, esos que sin obedecer mandan, esos que mandan sin atender a las verdaderas necesidades de las personas, esos que siendo incapaces de permitirse sentimientos tan humanos como compasión y empatía, se atreven a “condenar a vida” a todos los que como yo yacemos aislados y desconectados, desamparados y desahuciados, a todos los que igual que yo sufrimos una existencia que no merece tal nombre, porque ha perdido el sentido y la dignidad necesarias para que la vida luzca su verdadero nombre con todo su esplendor.
Gracias, muchas gracias por emplear un poco de tu tiempo en escucharme, por acompañarme.
Y acabo con un ruego: ponle gesto y voz a mi dolor… Son sólo tres palabras: ¡MUERTE DIGNA YA!
"A la mente no se la conforma, no se la convence y la mente sigue, sigue. La mente no se rinde,
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Herminia.
Ojodepeza, la fotografía es inquietante...
Un saludo