Colores en las ventanas; las macetas como idioma. Adoquines que asomaban para saludarnos y ser testigos de nuestro aliento en la calle. Paseábamos tranquilos, con ritmo de despedida. Cruzaste la frontera del encuentro, te refugiaste en aquella calle sin salida... Calles sin salida, jaulas vitales, pesadillas que asfixian.

Yo sabía que era una llamada a gritos para que entrara a buscarte, quise hacerlo... Pero las pero las calles sin salida me aterran.

0 comentarios:

Publicar un comentario