Empiezo a respirar más despacio, a sosegarme, a concentrarme en el rumor del riachuelo cercano, a sentir el calor del sol, el suave rumor de la brisa, el lento movimiento de las nubes y el inmenso azul del cielo. Mi conciencia se expande lentamente, y poco a poco noto el baile la Tierra, el vaivén de los astros, la música de las esferas.

De pronto todo se acelera, se hace imparable, y se vuelve difuso y borroso a mi alrededor, deja de tener importancia y sentido, y me convierto en conciencia de mí mismo y de todo lo que hay alrededor, y somos uno. Y esa dulce sensación de formar parte de algo grande, de un todo superior, se queda unos momentos en mí tras abrir los ojos, del mismo modo que queda el regusto amargo, pero a la vez fuerte e intenso, tras beber una taza de café.

3 comentarios:

  1. Bonitas y sinceras palabras... de esas que deberíamos de tener a mano, en un marco de la mesilla de noche, para leer cada día al despertar.
    Felicidades.
    Y un saludo cordial.

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