Sandra sólo encontró un modo de desprenderse de aquel olor: impregnándose de otro.

Aquella cuadra, donde la encontraron dos días después del incendio, se había convertido en su refugio. Aquel olor la había atado a la vida para siempre.

No habían conseguido que volviera a hablar.

Zarco era su vida, por él y para él vivía.

0 comentarios:

Publicar un comentario