Desperté y era uno de ellos. Y las rampas eran puertos de montaña. Y los aparcamientos estaban ocupados por gentuza. Y me bloqueaban los accesos a las aceras o edificios sin remordimiento alguno y sin que los demás les afearan los gestos.
Y a pesar del esfuerzo de unos pocos sufrí una innecesaria carrera de obstáculos diaria por la chapuza y desidia de unos cuantos, la despreciable y malvada falta de respeto de muchos y casi lo que era peor, la cómplice pasividad e indiferencia del resto.
Menos mal que al final resultó ser solo una ilusión óptica, o no.
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